sábado, 30 de septiembre de 2017

Alice in Wondermusic

Hace algo más de un año, mientras estaba en mi taller trabajando,
empecé a rebuscar entre mis cosas, viejas partituras manuscritas que había ido adquiriendo unas, en viejas librerías y anticuarios,  y otras, regalos que me habían hecho y que guardaba como pequeños grandes tesoros.
Cogí una, y dibujé el Conejo Blanco de Alicia. Acababa de releerme el cuento porque se estaba celebrando el 150 aniversario de la publicación del libro.
Quería rendir mi homenaje personal a la figura de Lewis Carroll.
Lo que comenzó como algo fortuito, fue tomando forma hasta convertirse en una exposición que tuvo lugar en el Conservatorio de Música de Arturo Soria. Lejos de acabar ahí la aventura, Alicia encaminó mis pasos a través de mi gran amiga Helena, a este encantador rincón de la sierra madrileña.
Y aquí sigue la historia. Y aquí se la cuento.
Y son, precisamente Alicia y sus viejos amigos
quienes se la van a contar.
Llegados del País de las Maravillas y a través del espejo,
quieren rebuscar allá dentro hasta encontrar al niño que aguarda silencioso en algún lugar de nuestra alma.
Dísfruten, escuchen, y como estamos todos algo locos…
¡¡¡Bailemos!!!
Juanjo de Julián Rabadán



Pintando rosas.
Técnica mixta sobre partitura manuscrita años 30


A large rose-tree stood near the entrance of the garden : the roses growing on it were white, but there were three gardeners at it, busily painting them red. Alice thought this a very curious thing, and she went nearer to watch them…“Would you tell me please,” said Alice, a little timidly, “ why you are painting those roses?”. Five and Seven said nothing, but looked at  Two. Two began in a low voice, “ Why, the fact is, you see, Miss, this here ought to have been a red rose-tree, and we put a white one in by mistake, and if the Queen was to find it out, we should all have our heads cut off, you know. So you see, Miss, we ’re doing our best, afore she comes…”


Un gran rosal se alzaba cerca de la entrada del jardín: sus rosas eran blancas, pero había allí tres jardineros ocupados en pintarlas de rojo. A Alicia le pareció muy extraño, y se acercó para averiguar lo que pasaba…
“¿Querrían hacer el favor de decirme”-empezó Alicia con cierta timidez—“por qué están pintando estas rosas?”. Cinco y Siete no dijeron nada, pero miraron a Dos. Dos empezó en una vocecita temblorosa: “Pues, verá usted, señorita, el hecho es que esto tenía que haber sido un rosal rojo, y nosotros plantamos uno blanco por equivocación, y, si la Reina lo descubre, nos cortarán a todos la cabeza, sabe. Así que, ya ve, señorita, estamos haciendo lo posible, antes de que ella llegue…”



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